lunes, 28 de diciembre de 2009

Vaivenes de un amor no correspondido (a veces)


El señor Valentierra, conde de Hurlingham, conoció la pasión observando los suaves movimientos de la panadera Dora Aizpurúa al despacharle un kilo de felipes o un cuarto de cuernitos de grasa, da lo mismo: es un dato irrelevante.
Demás está decir que, como en todo amor que se precie de tal, el Conde sufrió mas de lo que disfrutó.
Ya me parece escuchar esas voces que se alzan y gritan a los cuatro vientos que estoy loco, que el amor es lo mas bello que le puede pasar a una persona, que las maripositas en la panza y la mar en coche.
Tengo malas noticias: Valentierra dejó escritos olvidados en un asiento de tren. Un cuaderno Gloria de tapa dura jalonado por lamparones de grasa de mortadela que llegó a mis manos no recuerdo como.
Estos escritos, verdaderas radiografías del amor, dan cuenta de sus sensaciones y describen a este sentimiento como una verdadera patada en los huevos. Concepto que comparto en lo absoluto.
Ya se deja entrever esta idea en el ensayo "Si sentís amor, hacé flexiones" en la mitad del cuaderno, cuando el desengaño empezaba a asomar en el horizonte.
Cité a Valentierra en un bar cercano a la estación para devolverle sus escritos. Sin embargo él negó terminantemente que sean de su propiedad, aduciendo que esas notas, llenas de lugares comunes y rebosantes de patetismo, tranquilamente podrían ser escritas por algún estibador portuario o, en el mejor de los casos, un burócrata.
- Aparte, mire que yo le voy a escribir poesía a esa putita. Me dijo, haciendo evidente su despecho. No le falta razón. Todas las minas que nos desprecian son, invariablemente, putitas o gordas... o hacen gala de una estupidez supina.
Al terminar de decir esto se levantó de un salto, tomó su abrigo y se marchó fingiendo indignación, un poco para que no lo vean llorar, y otro poco para que le pague el fernet que se había tomado.
¿Que dicen concretamente esos escritos? Es algo que prefiero callar, mas que nada por decoro. Yo tengo códigos, señores.
Ahora, eso sí, si el señor Valentierra no me paga los veinte pesos que le presté para el viernes ventilo todo. He dicho.

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